¡ UN RAYO DE SOL, OH, OH, OH....!

jueves, 19 de marzo de 2009


Ha llegado el calor a nuestras calles de una forma rápida y sin previo aviso, todo esto es signo de un prematuro verano que todavía nos puede decepcionar y sorprender con lluvia y frio. 23 grados a las 12 de la mañana son suficientes para que la gente cambie los tonos oscuros de su ropa por tonos alegres y llenos de colorido. Empieza así la obsesión por tener una piel bronceada con la que resaltar nuestra belleza. Tras un duro invierno la gente está ávida de sol, de luminosidad, de playa, de energía, de intensos cielos azules, de sentir la tibia caricia del sol sobre la piel...
Hasta aquí todo es comprensible y está dentro de lo razonable, el problema empieza cuando todo esto se convierte en la persecución de un " bronceado de revista", según los dictados de la moda. Entonces empieza el márketin de las cremas de sol, los sacrificios por conseguir el color soñado dejando de lado otras prioridades como la salud.
El aumento del bronceado tiene un efecto estético que se puso de moda en los años 20 cuando todavía no eran conocidos los efectos negativos del sol. En aquellas épocas el sol era tomado sin ningún tipo de medida con la que proteger nuestras débiles pieles, es más, en muchas ocasiones se utilizaban productos como el aceite para tostarse con mas rapidez.
Fue en la década de los 70 cuando muchos médicos dieron la voz de alarma sobre los efectos devastadores que el sol tiene sobre la piel. Efectos de los que hoy todos somos conscientes debido a las campañas publicitarias promovidas por los nuevos descubrimientos médicos: cancer de piel, envejecimiento acelerado de la piel, manchas para toda la vida...
Entre la euforia de los años 20 por ponerse morenos y las extremadas precauciones propuestas por algunos sectores debe haber un término medio que nos permita disfrutar del sol y de sus efectos beneficiosos y placenteros sin poner en riesgo nuestra integridad fisica.
Quizá, como dice el refrán, " en el punto medio está la virtud".

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