Opciones-decisiones

martes, 3 de marzo de 2009

“La vida es un carnaval” o, al menos, eso dicen, pero últimamente la verdad no es que vea lo que me rodea llenito de colores estridentes. Más que eso, las dudas, las inseguridades y la impotencia rondan por mi cuerpo a sus anchas. La edad de la niña bonita se esfumó y los 18 asoman el sombrero. Preciosa edad según dicen nuestros padres pero quizás también temida, fundamental y notablemente decisiva. Las prematrículas para la universidad están por todas partes, los exámenes a toda prisa, los profesores tan tranquilos al parecer pero siempre extraordinariamente nerviosos...es una edad en la que tomas decisiones densas, por decirlo de alguna manera, y parece que son esas rápidas y “sencillas” decisiones las que dictarán nuestro futuro, ya sea laboral o personal.

Probablemente si estudio medicina, tras una dura y larga carrera, conseguiré un buen trabajo y viviré experiencias arriesgadas e incomparables y si estudió historia lo más seguro es que acabe siendo profesora pero, ¿y si estudio danza?, ¿o canto?, ¿o teatro?, ¿entonces seré una fracasada? No creo que tenga porque ser así pero numerosas veces los adultos nos “aconsejan” carreras de alto nivel que puede que nos hagan infelices o que incluso nos lleguen a hacer pensar que seguimos un sendero lleno de escombros e incomprensiones.

Adoro la ciencia, aunque no sea mi punto más fuerte, pero adoro, ante todo, el arte. Cada día mis pies calzan unas buenas zapatillas de ballet y dibujan mariposas en el suelo y estrellas en el cielo y no hay nada comparable a eso. No por ello creo que haya que dejar los estudios, pero el estudio no es solo el de los libros, sino también el físico, y en este caso no hablo solamente de deportes olímpicos. Pero, al parecer, eso no sirve de nada para muchos. Nos preparan durante años para que hagamos carreras o grados superiores, para más tarde, ganar un buen sueldo, y para ello nos pasamos toda una vida pensando qué asignatura elegir o qué estudiar y al fin y al cabo, ¿para qué? Deberíamos preguntarnos más a menudo qué camino queremos realmente recorrer y recapacitar sobre nuestras elecciones porque dudo mucho que lo que la mayoría haga tenga que ser siempre lo correcto para cada uno.

Seguramente, un cantante tendrá que cantar en varios bares a cambio de una mísera propina y grabar innumerables maquetas antes de llegar a ser “alguien” y sin lugar a duda, una bailarina tendrá que derramar sudor y lágrimas y emplear años por conseguir un puesto en una gran compañía, pero como todo en la vida, todo requiere esfuerzo y todo ello va acompañado de la temida “injusticia”. De todas formas, creo que hay que confiar más en nosotros mismos y dejar que sea nuestra perturbada cabecita adolescente la que decida y no nuestros padres y no creer que seremos unos fracasados por no querer ser abogado, empresario o psicólogo.

Si, los 18 tienen sus contras pero queramos o no, hay que elegir un camino, y aunque ahora estemos inseguros y dudosos, nuestra elección no tiene porque ser la incorrecta y si acaba siéndolo no debemos acabar lamentándonos porque no hemos nacido para sufrir y como diría mi profesor de filosofía Martin, en la vida hay que buscar un equilibrio, donde haya un poquito de Apolo y otro poquito de Dionisio.

0 comentarios: