Época de la publicidad

En épocas de crisis hay que utilizar distintos recursos para sacar adelante las empresas y los negocios. Es por ello que el último boom en publicidad a lo largo del 2008 hayan sido los tatuajes de diferentes empresas en diferentes partes del cuerpo.

Así es, ya puede ser una marca de langostinos en la frente o una pomada para las hemorroides en el brazo, que muchas personas estarán dispuestas a hacérselos en sus cuerpos sin ningún tipo de pudor a cambio de una buena cantidad de dinero.

Seré sincero y diré que me parece una locura de idea tatuarse marcas publicitarias por el cuerpo. ¿Hasta donde va a llegar el intento de que la sociedad consuma a diario miles de marcas?¿Hasta cuando vamos a estar permitiendo que haya un intento de incitación a cada segundo del día a consumir?¿Realmente somos capaces de hacer de todo a cambio de una cantidad de dinero?

Son cosas que me pregunto y que no encuentro respuesta ni soluciones, pero me inquietan y me preocupan porque es el futuro que nos depara y burradas como esas son las culpables de manipular las vidas de muchas personas.

Es verdad que de la publicidad viven millones de personas en el mundo y que ésta es una parte indispensable del mercado laboral, pero se debería de tratar con mucho más cuidado por que puede acarrear consecuencias muy graves en la sociedad a corto y largo plazo.

¿Acaso un niño tiene que estar viendo la sección erótica del correo mientras pasa tranquilamente las páginas en busca de la sección deportiva? Pues claro que no, pero como el periódico puede llegar a ganar más de 2000 euros un sábado normal gracias a esa publicidad, pues que aprendan a cerrar los ojos todos los niños al pasar las páginas si no quieren ver a Yasmina, mujer explosiva que cumplirá todos tus deseos sexuales por 30 euros.

En conclusión y como opinión personal, opino que la sociedad debería de tener un poco de conciencia sobre las cosas que se hacen y sabiendo las repercusiones que podrían producir cada acción que no ha sido reflexionada y que debería de valorarse más una buena acción que un puñado de dinero a cambio de una locura.