lunes, 15 de diciembre de 2008


Te despiertas una mañana cualquiera, la vida te sonríe a pesar de algunos pensamientos que dejas que te atormenten más de lo debido, miras por la ventana, el sol se esconde tras una gran nube oscura pero te da igual porque hay algo dentro de ti que brilla, que permite que tengas ilusión por pequeñas cosas que otros días podrían parecer insignificantes. Suena esa canción que te conmueve, que te saca una minuciosa sonrisita recordando algún momento vivido, pero tan solo atiendes el lado positivo de aquel suceso que en su día tuvo gran importancia en tu vida, sin reparar en el efecto que causó en ti.
Sales con tus amigos y no te molestas ni en defenderte ante sus bromas de mal gusto simplemente porque no has atendido a nada de lo que han dicho, ayudas en las tareas de casa sin rechistar, haces los deberes con gusto y ordenadamente…y todo ello porque de manera momentánea has creado en tu cabeza y sido sumergido en una pequeña y frágil pompa de felicidad que se desvanece cada domingo lluvioso y melancólico.
Vuelves a tener en mente aquellos recuerdos de los que todavía no has logrado deshacerte y que hace unas horas conseguían hacerte medianamente feliz, sin embargo, el domingo todo se nubla y tu percepción de todo aquello que parecía maravilloso de repente solo consigue amargarte. Escuchas intencionadamente las canciones más deprimentes de tu ipod, rememoras con tus amigos viejos temas de los que juraste no volver a hablar, ¿Es que eres masoquista? Cambias rápidamente la carpeta del reproductor tratando de despegarte de antiguos desconsuelos pero vuelve a sonar una canción con la que no puedes evitar que se te estreche el corazón, que una lágrima recorra tu mejilla mientras tratas de tranquilizarte; pero tu cuerpo te pide derrumbarte en la cama, y como si de un vicio se tratara te martirizas durante minutos hasta que decides que ya has perdido suficiente tiempo por ese día, hasta el próximo domingo, puesto que sabes de antemano que volverás a caer en tu propia destrucción moral por cosas que ni siquiera merecen ser mencionadas. Así pues, te preguntas cuánto tiempo más vas a seguir así, torturándote por estupideces en vez de disfrutar del día a día como deberíamos hacer en plena adolescencia.

0 comentarios: