¿Por un precio justo?

martes, 30 de diciembre de 2008




Enciende el televisor. Sí, lo has escuchado bien, enciéndelo. ¿Qué ves? Historias completamente irreales, amasadas con mentiras y decoradas con diminutos, pero a la vez tan fácilmente visibles, trocitos de desesperación.




Encima de este pastel que aunque una vez fue rosa su color se ha convertido en gris, una princesa aguarda a su príncipe azul.
Sin embargo, ella sabe que el azul no es el color más apropiado para definir su estado emocional ya que es simplemente una absurda cenicienta, que vive en un cuento de papel.
Su rostro aparece iluminado por una infinitesimal sonrisa que intenta acallar todo tipo de rumores. Aún así, la aparente alegría no es más que una de las muchas máscaras que ha intentado conquistar por miedo a los rumores. Por otro lado, su corazón está gimiendo de dolor, rogando a la princesa que se arme de valor y que enseñe su tan destrozado rostro. Pero ella no puede, teme lo peor, perderlo todo.





No lo entiendes, ¿verdad? Todo esto te resulta completamente desconocido, ¿acaso me equivoco? Pues bien, a mucha gente se le hace muy familiar esta historia, ya que son ellas mismas las que experimentan este episodio. Son las tan conocidas caras que protagonizan los programas televisivos. Y ahora tú me dirás: ¿Pero de qué se quejan? ¡Si lo tienen todo! Puede que no les falte ningún lujo material. Con todo el dinero que poseen, son las únicas que pueden adueñarse de esos bolsos tan caros, mientras que nosotros debemos conformarnos con babear frente a los escaparates, sabiendo que, por muchas horas extra que metamos, nunca seremos capaces de comprarlos. Pero, ¿es que alguna vez nos hemos parado a pensar lo que ellas dan a cambio de toda esa fortuna? Ahora estarás pensando: ¿Pero qué dice esta loca? Si no me crees, vuelve a encender la televisión. Elige tú el canal. Ahora, fíjate en el aspecto físico de cada una de las que aparecen en ese programa. ¿Les sobran un par de kilos? Más bien yo diría que les falta carne por todos lados. ¿Y eso por qué? ¿Es que con tanto dinero se alimentan de billetes?




La sociedad es muy exigente y, sin que nos demos cuenta, pedimos cada vez más a las personas que tienen todo su empeño dirigido al espectáculo. Así mismo, si estas chicas quieren triunfar deben pasar por un durísimo calvario. Si tienen suerte, se darán a conocer y será entonces cuando comiencen a ganar lo que yo llamaría “dinero de verdad”. Pero la fama está formada por cenizas y éstas, al igual que vinieron se irán tras una ráfaga de viento. Es por esto que las afortunadas no pueden dar la batalla por vencida, tendrán que seguir siendo las famosas chicas explosivas de siempre. Y cuando las primeras arrugas aparezcan en sus rostros deberán someterse a las tan dolorosas operaciones estéticas. Nadie dijo que fuera fácil ser una princesa pero, ¿todo para qué? ¿Es que la fortuna da la felicidad? Mira, no voy a negar que el dinero sea necesario para la supervivencia. Aún así, “Don Dinero” es muy peligroso y sólo acaba destruyendo a quien lo posee con exceso. Cuando nos convertimos en esclavos de lo material nuestra felicidad empieza a desvanecerse, pero, aunque el sol sea capaz de aparecer y desaparecer de nuestros días, la alegría en estos casos no tiene ese poder y nos destruye, por
dentro y por fuera... Hasta dejarnos completamente vacíos.

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