El otro miembro de la familia

lunes, 27 de abril de 2009


Todos hemos vivido el momento en el que, un niño pequeño, incapaz de comunicar sus ahogados pensamientos muestra una pequeña sonrisa y balbucea: guau, guau. Es justamente en esos dulces momentos en los que se nos hace imposible mostrar desagrado ante el comportamiento de un canino y estropear la situación.

Desgraciadamente, cuando no está un niño de por medio, esas situaciones son completamente aleatorias. En el mejor de los casos los que te rodean pueden interesarse por el perro, acariciarle, darle algo de comer o incluso empezar a jugar de una forma que parece que se les ha ido la cabeza.
Pero cuando paseas con tu perro, por ejemplo, y te cruzas con alguien quien detesta los perros, pronto se le notará. Cuando aún está lejos no apartará la vista de tu perro, le seguirá con la mirada y muchas veces incluso se detendrá para observar al animal que se le acerca. Le mirará con desprecio y después te mirará a ti, diciendo la primera estupidez que se le ocurra: "Tu perro me mira mal." En ese caso haría oídos sordos y seguiría para adelante, pero hay un comentario con el que no suelo poder contenerme: "Tienes que llevar al perro atado."

Le miró al perro a los ojos, y ella me devuelve la mirada. Me decepciona pensar que es completamente pacifica y no poder mandarle que le salte encima a la anciana o le embista, pero utilizo ese mismo argumento para defender su libertad: "Es inofensiva".

He hay mi preocupación y por lo tanto quehacer: reivindicar los derechos a ser libres. Es muy posible que suele un tanto cursi y estúpido, pero los perros deberían de tener los mismo derechos de andar sueltos que los que tenemos los humanos. Desde nuestro nacimiento, aunque al principio estemos bajo la responsabilidad de un tutor, somos libres de andar, mirar, comer, dibujar, leer e incluso pensar lo que queramos, pero a los perros, en cambio, se les obliga a cumplir nuestras órdenes desde que nacen: les ponemos un nombre.

Ese nombre va a ser el que le obligue a detenerse, sentarse, tumbarse, recoger la pelota, ladrar, estarse callado... Millones de acciones que no tienen más que una única función: corresponder las peticiones de su amo. De esa forma, conseguirá lo único que busca de él: la comida. El alimento es casi lo único que los aprisiona, y aun así siguen a su lado y toman el apodo de "el mejor amigo del hombre".

Esas ideas, afortunadamente sólo te vienen a la cabeza cuando no tienes a un perro al lado. Uno que se duerma encima de ti cuando estés viendo la tele, uno que te de lametones en la palma de la mano para que le eches un pedazo de pan, uno que espera ansioso todo el día que vuelvas de la escuela o trabajo. En caso de que tengas uno de esos adorables animales, desearás lo mejor para él/ella y lo tratarás como si fuese tu propio hijo. Según un estudio realizado por YouGov/Guardian, mientras el 98% de los hijos aman más a sus padres que al perro, hasta un 23% de las madres y un 19% de los padres anteponen a su mascota en ese vinculo con su hijo.

Esos datos no son más que números que al final no consiguen reflejar la verdadera magnitud de esa amistad. Por ello, yo no me voy a limitar a demostrar mi afecto por mis mascotas mediante estadísticas y cálculos, sino que les voy a hacer posible una vida libre y sin ataduras. Siempre que su vida no este en riesgo, voy a permitirle estar suelta, sin ningún armes o correa que la torture. Y si alguien tiene algo en contra de ello, que le pongan un collar, le aten con una correa y le manden callar.


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