ANONIMOS

viernes, 10 de abril de 2009



Hoy estalla una guerra o mueren millones de niños de hambre o sed o enfermedades. Dios sabe que, a todos se supone que nos importa, pero no es noticia, es una realidad ante la cual cerramos los ojos y miramos solo a lo que queremos, a lo que tenemos al rededor.

Enciende la tele y veras más casos “Madeleine” que esta pobre gente que estamos matando de hambre. Nos entristece el alma pensar en esos pobres jóvenes desaparecidos. Madeleine, Jimmy o Marta ,cuyas intocables vidas se hundieron en un barco sin razón, esa aparente perfección en la que vivían se destruye un día, sin más, desaparecen y se nos cae el cielo encima. Disneylandia se derrumba y ni siquiera entonces asomamos la cabeza hacia la cruda realidad. Preferimos discutir acerca del inhumano que les arrebató su vida mientras la caja tonta reparte pistas y sospechas que alimentarán nuestra intriga, echará más madera al morbo, lo que mueve a esos casos que solo importan por tener nombre propio.

Esos niños no son menos pobres, sus desgracias no son menores que los de la gente, no solo niños, de Etiopía, Argelia, Sudán, Chad, Perú, Bolivia, Chile, Palestina, etc., o la gente que como última alternativa se arrodilla en el helado suelo (como se ve en Praha) durante horas, ya llovizne, ya nieve, por si algún alma solidaria se dignara a dejar caer una mísera moneda en su sombrero. Pasa igual con el hombre que con los calcetines empapados, arrastrando lágrimas y tapándose con cartones se arrima al portal por el que desgraciadamente para él, tu entrarás ese mismo instante con un buen abrigo y con las compras en la mano dedicándole una cara de asco y echando despiadadamente a ese “ indigente cara dura”.






Cinco minutos más tarde, el hombre repetirá el acontecimiento y rezará a quien sea para que no le brinde la misma suerte y para entonces tu ya estarás frente a la tele lamentándote de “Mariluz”.

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