A VUELTAS CON LA EUTANASIA

domingo, 15 de febrero de 2009


Hace unos años me impresionó “Mar adentro”, estupenda película dirigida por Alejandro Amenabar e interpretada magníficamente por Javier Bardem. Esa película narraba la vida y la muerte de Ramón Sampedro, tetrapléjico gallego, quien, después de pasarse un montón de años demandando ante los tribunales que le permitieran morir, sin conseguirlo, un día apareció muerto en su cama. El éxito de esta película reabrió una vez más el debate sobre la eutanasia, que etimológicamente significa buena muerte, y desató una fuerte polémica entre sus partidarios y detractores.

Estas últimas semanas hemos asistido a un nuevo debate relacionado con este tema. El caso en esta ocasión ha tenido lugar en Italia, donde Eluana, tras un accidente, ha permanecido en estado de coma durante los últimos diecisiete años, es decir toda mi vida. Cuando por fin su familia ha obtenido la autorización de los tribunales para suprimirle la alimentación y dejarle morir, la polémica se ha desatado en todo el país. La iglesia ha hablado de asesinato y Berlusconi ha intentado aprobar contra reloj una ley que impidiera la muerte de la chica. Sin embargo, Eluana ha ganado su última batalla y ha fallecido antes de que esto sucediera.

¿Se puede hablar de asesinato y de derecho a la vida cuando estamos ante una persona que no puede ver, ni oír, ni hablar, ni pensar, ni sentir, ni tan siquiera llorar? ¿Puede el estado interferir en la voluntad de unos padres que durante diecisiete años han sufrido viendo a su hija convertida en un vegetal, sin posibilidad tan siquiera de alimentarse si no es artificialmente a través de unos tubos? ¿Puede alguien que no se encuentre en esa situación ponerse en la piel de los familiares de Eluana e imaginarse su sufrimiento día tras día, durante diecisiete años, viendo que no despierta y que no existe la más mínima posibilidad de que esto ocurra? En el caso de Sampedro, que no podía realizar movimiento alguno desde el cuello para abajo, su sufrimiento era inmensamente mayor porque era consciente de la situación en la que se encontraba. Sin embargo, debido a sus limitaciones físicas, no podía ni tan siquiera suicidarse, y para morir necesitaba ayuda médica, que le fue negada sistemática. Por último un buen amigo o amiga, exponiéndose incluso a una pena de cárcel, le administró un veneno que puso fin a su sufrimiento.

Es evidente que la eutanasia debe de tener unos límites y que no puede utilizarse para quitar de en medio a todos los ancianos en cuanto enferman y requieren un poco de atención. Sin embargo, en supuestos como el de Eluana se encuentra plenamente justificada porque ni tan siquiera creo que esa vida vegetativa que llevaba pueda calificarse como vida. En casos como el de Sampedro, en el que el enfermo es totalmente consciente de su situación y pide que se le ayude a morir, dado que no puede vivir dignamente, pienso que no se le puede negar una buena muerte controlada médicamente. En mi opinión la eutanasia debería aplicarse, siempre que él lo pida, a todo enfermo terminal, sin ninguna esperanza de curación, para evitar su sufrimiento y el de sus familiares y amigos. En nuestra sociedad cuando un animal enferma sin solución se le lleva al veterinario y se le sacrifica para que no sufra. Parece que nos importa más el sufrimiento de los animales que el de las personas.

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