Huele a injusticia

martes, 17 de febrero de 2009

Mi madre siempre me decía que la vida es lo que vivimos mientras pensamos como cambiarla, y tras muchos años, creo que por fin voy entendiéndolo. Es verdad, nos pasamos todo el tiempo que nos ofrecen intentando cambiar lo que se mueve y zarandea a nuestro alrededor porque a decir verdad, no es que las cosas vayan extremadamente bien, ni mucho menos. Podríamos llamar a nuestra generación “degeneración” ya que el número de sádicos y degenerados actualmente es indefinible y si no, miren las noticias o lean los periódicos: “Marta castillo, joven de 17 años desaparecida desde el 24 de enero. Días más tarde su exnovio y un amigo de éste son detenidos por ser los presuntos asesinos de la sevillana” o “Un joven planea la muerte de sus propios padres junto con la ayuda de un amigo”.

A todos nos conmocionan estas noticias y esa conmoción suele ir acompañada de un sentimiento de espanto y de incredulidad ¿cómo puede alguien tener tanta sangre fría para poder hacer tal cosa? ¿Se dejaron la ética en la calle del olvido? Me asombra que haya gente con tantos pocos reparos y escrúpulos para asesinar a alguien tan cercano y de esa manera tan despiadada y cruel y una vez más, resbalaron lágrimas de rabia e incertidumbre dejando surcos en mi rostro al leer tales sucesos.

Cada vez me da más la sensación de que nos rodean cosas sin sentido pero quizás sea porque no les buscamos uno verdaderamente. Nadie podría imaginar que se le podría estar pasando por la cabeza al asesino de Marta ni lo que llegó a provocar esa reacción al niño de Gernika para querer acabar con la vida de sus propios padres, pero lo que es evidente, es que el mundo o quizás nosotros necesitemos cambiar. Me siento como en un lago de dudas y misterios respecto a este puzle tan difícil de ordenar pero tengo claro que algo no va bien, y precisamente esa parte de nuestro subconsciente no nos permite entendernos.

Por eso, deberíamos hacer algo al respecto o plantearnos el porqué de todos estos acontecimientos tan brutales, inhumanos y desalmados. Todavía me pregunto hasta cuándo vamos a esperar para hablar sin miedo y sin recelo ya que el tiempo va pasando y la historia repitiéndose. A pesar de todo, no pierdo la esperanza y creo y espero que no sea demasiado tarde para que nos demos cuenta de lo que realmente es bueno e importante. Me preocupa que no vayamos a saber enseñar a nuestros hijos lo que verdaderamente está bien o mal pero no por ello dejaré de luchar contra las injusticias y ante todo, utilizaré como referencia los derechos humanos, algo que muchos de nosotros olvidamos con facilidad pero que no por ello quiere decir que no se deban cumplir o defender.

Aristóteles dijo que la esperanza es el sueño del hombre despierto y estoy totalmente de acuerdo con él. Por eso a pesar de que los sollozos no me dejen pensar con claridad ni ver con nitidez cada vez que leo titulares de asesinatos o hechos semejantes en las primeras páginas de los periódicos, sigo estando despierta ya que la esperanza sigue dentro de mí y confío en que no vayamos a decaer del todo y para siempre. Seguiré buscando algo que me de más vida entre tantos malos gases porque todavía sigo oyendo aquella vieja melodía de armónica plateada con nombre grabado en la parte posterior.

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